Cuando llegamos la mujer de Bustos nos mostró una carta de las tres A donde lo amenazaban de muerte, por lo tanto se había escondido (entró en la clandestinidad se decía en esos días). Al anochecer y en una calle suburbana donde aguardábamos con Burnichón vimos aparecer una figura alta al mejor estilo milico, era el legendario Ciro Bustos, recuerdo que nos pidió que retiráramos unos cuadros de su estudio y los lleváramos a Mendoza a un lugar seguro.
5.10.10
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