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1.7.16

LO PÉRFIDO


Por estos tiempos todos los días me desayuno con alguna novedad que no deja de asombrarme.
 Hoy escuchaba al ministro de cultura Darío Lopérfido, cuyos decires día a día lo bajan un escalón mas de la ignorancia media en que lo tenía ubicado, en una conferencia de prensa se despachó entre otras con esto:
“Los actores han sido para mi víctimas de un sistema corrupto y perverso. Es una pena que gente de buena fe defienda a los corruptos. No defiendan eso, corransé de eso, hablen de arte, hablen de obras de teatro, hablen de cine, hablen de cultura.
Dejen de hablar de política, la política es algo muy complicado.”
La política es algo muy complicado, no tengo dudas, y en manos del “partido cacerola” del cuál Lopérfido es un fiel exponente, puede ser una catástrofe.
Pero para estos tipos, cuya frivolidad es la marca que los distingue, el arte es eso, un entretenimiento para no pensar, para ser bohemios y loquitos al pedo.
Como bien dijo Gabriel Celaya: “maldigo la poesía concebida como un lujo/cultural de los neutrales/que, lavándose las manos se desentienden y evaden/ Maldigo la poesía de quién no toma partido hasta mancharse,/ hago mía las faltas. Siento en mí a cuantos sufren…”




22.11.11

El doble

Luis Scafati- Laberinto- tinta y acuarela sobre papel



Iba muy deprisa. Me habían citado.
Un desconocido me detuvo y me dijo…
No recuerdo que dijo, ante mí, apresurado,
aquel hombre sonriente, gordo, rubio, un tanto
calvo.
Yo quería acabar. Me habían citado.
Y él me hablaba de cosas que sólo a él le importaban
y que no sé por qué me estaba a mi contando.
Yo le dije: “Perdón. Tengo un poco de prisa”.
Y le tendí la mano. Y el la retuvo un poco.
Y entonces me di cuenta- gordo, rubio, un tanto
calvo-
que estaba ante mi mismo sin espejos.
Pues yo creía que iba, pero estaba volviendo.


Los espejos transparentes
Editorial Losada

17.9.11

La llamada


La llamada

Le llamaron, y fue.
En la primera puerta, no le reconocieron.
Mató al guardián.
En la segunda puerta, no había guardián.
Tampoco en la tercera.
Y entonces, perdido, empezó a sentir miedo.
En la cuarta puerta, se encontró con su amante.
No hubo dificultades.
En la quinta puerta, tuvo que escoger
pues le proponían tres.
Escogió 5-6-B, por suerte la correcta.
El guardián le acogió con el mayor respeto.
En la séptima, el guardián, tras de darle un refresco,
le abrió, de par, las puertas de lo que iba buscando.
Pero en el gran salón, no estaba el que buscaba.
Y él nunca se atrevió a volver por las puertas
que ya había pasado.
Y se quedó esperando, dudando entre las luces
de los grandes candelabros.
Estaba medio loco.
Se le había olvidado que aún faltaba otra puerta:
Aquella, tras la cual, tampoco espera nadie,
pero se ve, sentado , de frente, un hombre muerto:
la  salida cero. O el perpetuo comienzo.
Le detuvieron, claro.
Y, encerrado en su celda,
pensaba que el Gran Jefe quizá fuera
aquel guardián que mató junto a la primera puerta.

Los espejos transparentes
Editorial Losada