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13.4.10
27.11.08


“Las tristezas no se hicieron para las bestias, sino para los hombres, pero si los hombres las sienten demasiado, se vuelven bestias.”
Fue una tarde en que nevaba cuando leí esta frase que puso Cervantes en boca de Sancho.
Estaba en mi refugio de Vistalba ilustrando el Quijote.
Solo una rata, que sabiamente eludía mis trampas, me acompañaba.
Hacía mucho frío, se sentía el aire cordillerano, una buena excusa para mantenerse enclaustrado.
A veces Vero y Toti, una pareja de amigos, aparecían con una botella de malbec y charlábamos junto al fuego.
Mientras leía el Quijote, no podía dejar de pensar que había sido escrito en la celda de una prisión por un señor manco que tenía la misma edad que yo en ese momento.
Un texto que atravesó 400 años y aún respira.
Fue una tarde en que nevaba cuando leí esta frase que puso Cervantes en boca de Sancho.
Estaba en mi refugio de Vistalba ilustrando el Quijote.
Solo una rata, que sabiamente eludía mis trampas, me acompañaba.
Hacía mucho frío, se sentía el aire cordillerano, una buena excusa para mantenerse enclaustrado.
A veces Vero y Toti, una pareja de amigos, aparecían con una botella de malbec y charlábamos junto al fuego.
Mientras leía el Quijote, no podía dejar de pensar que había sido escrito en la celda de una prisión por un señor manco que tenía la misma edad que yo en ese momento.
Un texto que atravesó 400 años y aún respira.
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