No sé como hice para juntar esos chistes y con mi carpeta apersonarme al diario.
Me hicieron pasar a una habitación muy amplia y sombría de un antiguo edificio, allí tras un escritorio inmenso, con un traje negro y camisa blanca impecable estaba Antonio Di Benedetto, quien era el jefe de redacción y a quién después admiraría como el creador de Zama y tantos cuentos extraordinarios. Hablaba en voz baja y apenas podía adivinar su mirada tras los gruesos vidrios de sus anteojos.
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