Por esos días exponía mis dibujos en el Mucha, una tarde llegué al museo y me dijeron que alguien me dejó una caja. Pensé que algún admirador me había llevado vinos, pero al abrirla me esperaba una sorpresa, estaba repleta de trocitos de azulejos.
La llevó un joven que yo no conocía llamado Federico Arcidiácono, el escuchó un reportaje donde entre otras cosas hablé del árbol que construía y las dificultades con los azulejos.
La ayuda aparece siempre por el costado más inesperado.
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