La llevó un joven que yo no conocía llamado Federico Arcidiácono, el escuchó un reportaje donde entre otras cosas hablé del árbol que construía y las dificultades con los azulejos.
La ayuda aparece siempre por el costado más inesperado.
Solo vivimos para el instante en que admiramos el esplendor del claro de luna, la nieve, la flor del cerezo y las hojas multicolores del arce. Gozamos del día excitados por el vino, sin que nos desilusione la pobreza mirándonos fijamente a los ojos. Nos dejamos llevar- como una calabaza arrastrada por la corriente del río- sin perder el ánimo ni por un instante, esto es lo que se llama el mundo que fluye, el mundo pasajero.
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