Contar es el oficio de Jorge Accame, y lo hace muy bien, arma sus relatos con precisión de relojero, muchas veces parten de historias que circulan en el imaginario colectivo, y siempre nos atrapan.
Solo vivimos para el instante en que admiramos el esplendor del claro de luna, la nieve, la flor del cerezo y las hojas multicolores del arce. Gozamos del día excitados por el vino, sin que nos desilusione la pobreza mirándonos fijamente a los ojos. Nos dejamos llevar- como una calabaza arrastrada por la corriente del río- sin perder el ánimo ni por un instante, esto es lo que se llama el mundo que fluye, el mundo pasajero.