La llamada
Le llamaron, y fue.
En la primera puerta, no le reconocieron.
Mató al guardián.
En la segunda puerta, no había guardián.
Tampoco en la tercera.
Y entonces, perdido, empezó a sentir miedo.
En la cuarta puerta, se encontró con su amante.
No hubo dificultades.
En la quinta puerta, tuvo que escoger
pues le proponían tres.
Escogió 5-6-B, por suerte la correcta.
El guardián le acogió con el mayor respeto.
En la séptima, el guardián, tras de darle un refresco,
le abrió, de par, las puertas de lo que iba buscando.
Pero en el gran salón, no estaba el que buscaba.
Y él nunca se atrevió a volver por las puertas
que ya había pasado.
Y se quedó esperando, dudando entre las luces
de los grandes candelabros.
Estaba medio loco.
Se le había olvidado que aún faltaba otra puerta:
Aquella, tras la cual, tampoco espera nadie,
pero se ve, sentado , de frente, un hombre muerto:
la salida cero. O el perpetuo comienzo.
Le detuvieron, claro.
Y, encerrado en su celda,
pensaba que el Gran Jefe quizá fuera
aquel guardián que mató junto a la primera puerta.
Los espejos transparentes
Editorial Losada