21.2.10
Etiquetas:
convento de los monjes capuchinos,
fotografía,
Jesse Fernández
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Solo vivimos para el instante en que admiramos el esplendor del claro de luna, la nieve, la flor del cerezo y las hojas multicolores del arce. Gozamos del día excitados por el vino, sin que nos desilusione la pobreza mirándonos fijamente a los ojos. Nos dejamos llevar- como una calabaza arrastrada por la corriente del río- sin perder el ánimo ni por un instante, esto es lo que se llama el mundo que fluye, el mundo pasajero.
2 comentarios:
El hombre ha hecho de todo con tal de esquivar su finitud, de permanecer de alguna manera, tal vez lo más inteligente sea esa idea de la filosofía zen de practicar el desapego, aun de nuestro propio cuerpo....
poco fotogénicos no?
Adhiero a quienes ven esta vida como un viaje, venimos a aprender algo y una vez que lo hacemos dejamos este lugar y este yo.
Me gusta esa idea, la muerte es una puerta que se abre.
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