Después de la dictadura de Videla, con los frescos aires de la democracia, fuimos
lentamente, descubriendo que la llamada censura se disolvía.
Habíamos transcurrido
controlados por una mojigata mirada que expresaban con eficacia ciertas instituciones
de chupacirios relacionadas con la iglesia en connivencia con los uniformados.
La censura previa, la autocensura, las listas negras, eran
las etiquetas que circulaban. Mordazas que nos imponían las circunstancias.
Por supuesto el tema sexual encabezaba la fila de lo
prohibido.
Todavía veo en mi memoria, a un milico argumentando por tv,
con la dureza de un playmovil, el porqué era inadecuado que las maestras usaran
pantalones en la escuela. Hoy se me ocurre que solo Capusotto podría decirlo
igual.
Es así que llegó la hora del llamado “destape” para
escándalo de muchos.
Algo que supimos
importar de España.
Hubo un aluvión de
revistas dedicadas al tema.
Los editores de Humor,
lanzaron Sexhumor. Para ellos dibujé cosas como estas que te muestro. Hoy, veinticinco años después, suenan ingenuas.
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