Es la
madrugada cuando suenan lejanas como
tambores unas explosiones. Una tormenta se avecina, tal vez sea granizo, automáticamente
los viñateros comienzan a bombardear las nubes.
Imagino
ángeles destrozados por tan sorpresivo ataque, cayendo descuartizados desde el
cielo.
Esta guerra de
viñateros versus ángeles, comenzó hace tiempo, cuando las tormentas de piedra
fulminaban las futuras cosechas.
Al otro día
los diarios muestran fotos de las piedras de hielo y no se privan de repetir
que son “del tamaño de un huevo”.
Hace poco en
la ruta me sorprendió una tormenta de piedras.
Algunos automovilistas,
desesperados, aparcaban en la banquina y se tiraban sobre el coche protegiéndolo del ataque de los ángeles. Es
una prueba contundente del amor de algunos ciudadanos por sus automóviles. Como
un signo de época, estos “matrimonios” de señores y máquinas.
3 comentarios:
¡Qué bueno!
Yo me tiraría sobre las viñas que son seguramente, mas interesantes que los autos.
Increíle tamaña sobrodinación ante una máquina ! Si su función es llevarte en ese caso sería protegerte y no a la inversa...
Publicar un comentario