Nuestros anfitriones son personas cordiales y muy jóvenes (estoy en esa edad en que todos son jóvenes): Diana Arias, José Rosero, Miguel Bustos, Diana Murcia, talentosos ilustradores que se mataban trabajando en pos de hacernos sentir cómodos.
Todas las mañanas recorríamos esta bella ciudad construida a dos mil ochocientos metros de altura entre cerros y nubes.
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