Mentalmente seguí escribiendo, se me ocurrían buenas ideas (lástima que no las anoté). Algunos de los seres que me habitan me acercaban textos extraordinarios, iluminaciones que pronto se disolvían en el cono de sombras de mi melancolía.
Una tarde de febrero retomé mis dibujos, entre otras cosas, terminé este trabajo que hoy les muestro y que durante años estuvo esperando con la paciencia de un monje zen, Es un extraño retrato de alguien, tal vez un autorretrato, en un punto todo lo que hacemos nos retrata.
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