-Soy muy mal fisonomista- alcanzo a esgrimir en defensa propia.
-Soy Román, Mario Román- me dice, pero su nombre tampoco me dice nada.
-Mario Román –insiste- hicimos la colimba juntos.
De repente a través de la cara de ese gordo gastado emerge el rostro juvenil de un pibe de 20 años, me parece increíble que ese señor mayor tenga mi edad, todos envejecen menos yo, es mi pensamiento consuelo por estos tiempos.
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