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26.7.10

Luis Tedesco

No decís beyeza, no decís luz,
Ni alegría, ni bien, ni sentimiento
No decís alma, no se te desliza

Una imagen, un débil adjetivo,

El copioso dolor espiritual,
No pronunciás ninguna palabrita
Que lejos, muy lejos, intensamente
Lejos timbale trinos ensamblados,

Tu voz apesta como apesta el mundo


Luis Tedesco
Lírica indecisa.


20.7.10

Me sobra el corazón

Hoy estoy sin saber yo no sé cómo,
hoy estoy para penas solamente,
hoy no tengo amistad,
hoy sólo tengo ansias
de arrancarme de cuajo el corazón
y ponerlo debajo de un zapato.

Hoy reverdece aquella espina seca,
hoy es día de llantos en mi reino,
hoy descarga en mi pecho el desaliento
plomo desalentado.

No puedo con mi estrella.
Y busco la muerte por las manos
mirando con cariño las navajas,
y recuerdo aquel hacha compañera,
y pienso en los más altos campanarios
para un salto mortal serenamente.

Si no fuera ¿por qué?... no sé por qué,
mi corazón escribiría una postrera carta,
una carta que llevo allí metida,
haría un tintero de mi corazón,
una fuente de sílabas, de adioses y regalos,
y ahí te quedas, al mundo le diría.

Yo nací en mala luna.
Tengo la pena de una sola pena
que vale más que toda la alegría.


Un amor me ha dejado con los brazos caídos
y no puedo tenderlos hacia más.
¿No véis mi boca qué desengañada,
qué inconformes mis ojos?.

Cuanto más me contemplo más me aflijo:
cortar este dolor ¿con qué tijeras?

Ayer, mañana , hoy
padeciendo por todo
mi corazón, pecera melancólica,
penal de ruiseñores moribundos.

Me sobra corazón.
Luis Scafati-Penumbra en el corazón de lo cortado-oleo s/tela- 120 X 90 Cms
Hoy descorazonarme,
yo el más corazonado de los hombres,
y por el más, también el más amargo.

No sé por qué, no sé por qué ni cómo
me perdono la vida cada día.

Miguel Hernandez
Otros poemas


17.7.10

14.7.10

Colimbas

Esta mañana estaba sentado en un barcito esperando disfrutar de un café con leche y dos medialunas, mientras esperaba esa porción de felicidad miraba por la ventana transcurrir la mañana invernal. Adentro unos pocos parroquianos, una pareja se besaba como quien se despide para siempre, un tipo leía el diario, un gordo entrado en años me observaba.
De repente el gordo se acercó y me pregunto- ¿Vos sos Scafati?
-Si - le digo.
-¿No te acordás de mi?

Lo miro y no tengo la menor idea de quién se trata, el tipo insiste.-Miráme bien, en serio que no te acordás…
-Soy muy mal fisonomista- alcanzo a esgrimir en defensa propia.
-Soy Román, Mario Román- me dice, pero su nombre tampoco me dice nada.
-Mario Román –insiste- hicimos la colimba juntos.
De repente a través de la cara de ese gordo gastado emerge el rostro juvenil de un pibe de 20 años, me parece increíble que ese señor mayor tenga mi edad, todos envejecen menos yo, es mi pensamiento consuelo por estos tiempos.



-¡Claro! Mario, no te había reconocido- le digo mientras veo que se acercan mi taza de café con leche junto a las dos medialunas.-¿Querés tomar algo? –le ofrezco.
-No, no gracias…ya desayuné, se de vos por las publicaciones, cuando salís en el diario le digo a mi jermu con éste hicimos la colimba juntos, imaginate, si todavía te estoy viendo dibujar al hijo de puta del cabo primero…como era? Pizarro, el negro Pizarro jo de puta.

El gordo tiene cara de cantante de boleros y cuando habla parece que masticara las palabras, en uno de sus dedos salchichas gasta un anillo de oro con una piedra negra. Veo en la mesa la taza de café con leche y las medialunas y deseo con el alma que se vaya.
Pero el gordo está empeñado en resumirme su vida post-colimba, me cuenta que fue gerente de un banco importante, manejaba muchísimo dinero pero un día largó todo a la mierda y se fue al campo a escribir - me pasé un año escribiendo una novela, te imaginás .

Mientras me cuenta detalles de su singular novela acaricio la taza de café con leche y compruebo angustiado que se está enfriando y esta porción de boludo sigue contando su biografía interminable.
Cuando el gordo por fin se va siento algo parecido a la felicidad, aunque el café con leche está tibio, el silencio lo compensa todo.
Me pregunto qué hay en mí que empuja a ciertos individuos de diversas profesiones: abogados, rentistas, kioskeros, ingenieros, comerciantes etc. a confesar sus inquietudes artísticas, sus vocaciones secretas.
Las medialunas estaban riquísimas.


11.7.10

El secreto de las cosas

Cuando camino a campo traviesa veo, no sin asombro, una nutrida variedad de flores silvestres, cactus, yuyos, arbustos y demás yerbas que crecen bajo el sol.
Nadie las cultiva, la naturaleza es pródiga en especies, fecunda, múltiple, tal vez porque con esa multiplicidad se asegura la supervivencia, si una plaga ataca a alguna otra sobrevive en su diferencia.
El hombre impone el monocultivo. Cientos de kilómetros con la misma planta multiplicada.

Lo artístico se expresa de manera tan fecunda como natura, son múltiples las formas que conviven en mi: dibujo de muchas maneras, hago esculturas, escribo, construyo teorías, diseño un sillón o un refugio.
Todo es producto de lo que necesito.
Aquellos que me preguntan cuál es mi estilo me dejan mudo, tal vez mi estilo sea ese, hacer lo que necesito. Mi respuesta es mi estilo.

Cuando contemplo el paisaje silvestre pienso que no estoy equivocado.





4.7.10

Recuerdos

Era muy joven, mis bolsillos vacíos, usaba un agujero en mi zapato derecho que los días de lluvia se expandía. Recorría redacciones con una carpeta de dibujos, a veces un milagro se producía y cobraba un magro cheque, entonces era feliz y volvía a creer en los dioses del dibujo que me favorecían.


Algunas tardes recalaba en una librería como quien encuentra un refugio en medio de la tormenta. Pasaba horas husmeando libros que anotaba en una lista imaginaria de futuras adquisiciones, o imaginaba que todo el mundo quedaba misteriosamente paralizado como estatuas de sal y yo cargaba un carro con todo lo que apetecía y me iba raudamente con el botín.


Recuerdo un día en que después de cobrar uno de esos cheques milagrosos, entré en una librería llamada Atlántida en la calle Florida. Un ejemplar de generosas dimensiones llamó mi atención. Es un libro caro, me dije con la sabiduría del catador experimentado mientras lo hojeaba. Veía acuarelas, dibujos y pinturas de un artista llamado Andrew Wyeth a quién desconocía, un capo, mi corazón latía como un tambor. Es un libro caro me repetía.
Un vendedor con aspecto de cagatintas, me acerqué a preguntarle el precio, el tipo me radiografió con la mirada – es un libro caro.- me dijo como si dijera: no es para vos pibe.

¿Cuanto vale? insistí. El tipo contrariado consultó en una carpeta –Es un libro caro, confirmó satisfecho, cuando me dijo el precio quedé duro.
Antes de dejarlo en el anaquel de donde lo saqué volví a recorrerlo y me gustó más, “alguna señora gorda lo comprará y lo pondrá en la mesita del living”, pensé resignado.
Pero en la legión de seres que me habitan, hay un guerrillero-kamikaze que me compulsa a rebeliones de bolsillo que a veces me sorprenden.


Con todo lo que tenía pagué el libro de Andrew Wyeth que me había calentado.
En la calle la culpa me caminaba ante el acto consumado, sentía que algo importante les había quitado a mis pequeños hijos, otra semana de arroz, me decía mientras acariciaba el libro. Nunca vas a aprender… con lo que te costó ese libro ¿sabés los timbos que te habrías comprado? -recriminaba mi pié derecho.
Hoy agradezco aquel acto irracional que me arrastró a semejante gasto. Durante años estudié meticulosamente las reproducciones del libro, con frecuencia vuelvo como quien vuelve a las fuentes a calmar la sed.
No quiero decir con esto que todos los que miren a Andrew Wyeth sentirán algo parecido, pienso que cada uno debe encontrar sus alimentos.

Pasó el tiempo, olvidé el precio del libro, según Paéz eran papelitos con un número y el retrato de un prócer, quienes me dieron la oportunidad de acercarme a mi mismo.




1.7.10

Sobre-dosis

De mi colección de dibujos sobre sobres hoy elegí estos tres.
Ya te dije que cuando los hago no tengo otra intención, aunque algunos amigos hoy me alientan a que los publique y no estaría mal, pero quienes me conocen saben que soy muy fiaca, me cuesta todo lo que es vida social, prefiero leer un cuento o sumergirme en un poema, puedo estar sentado horas mirando como el sol recorre la pared de mi estudio.
Pienso que todo este "tiempo perdido" es lo que realmente funda mi dibujo. Tal vez esto sea una buena excusa para ser un fiaca.