Inventaron un cristal que dejaba pasar las moscas.La mosca venía, empujaba un poco con la cabeza y pop ya estaba del otro lado.Alegría enormísima de la mosca.
Todo lo arruinó un sabio húngaro al descubrir que la mosca podía entrar pero no salir, o viceversa, a causa de no se sabe qué macana en la flexibilidad de las fibras de este cristal que era muy fibroso.En seguida inventaron el cazamoscas con un terrón de azucar adentro, y muchas moscas morían desesperadas. Así acabó toda posible confraternidad con estos animales dignos de mejor suerte.
Julio Cortázar
Historias de Cronopios y de Famas.
Ediciones Minotauro
19.10.09
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