En esa penumbra la tinta parecía sangre fresca.
Empecé a sentir que muchos muertos nos rodean.
Mi familia comenzó a preocuparse.
Así transcurrió mas de un año, me volví huraño y taciturno.
Con todo ese material de textos y dibujos, Sebastián García Schnetzer, armado de paciencia oriental, diagramó el libro, buscó la tipografía exacta, imaginó la tapa, los colores, el papel.
La edición española publicada por El Zorro Rojo es insuperable. También hay una buena versión checa y otra inglesa.
Hace poco visitó mi estudio un extraño personaje, era el retrato viviente del vampiro que dibujé, la cara parecía tallada en cera, un extranjero que balbuceaba un castellano precario.
De un viejo portafolio de cuero extrajo el libro Drácula.
Mientras lo autografiaba, él tomó de un estante la figura del vampiro que me sirvió de modelo.
La escudriñaba como a través de una lupa.
Parecía que sostenía en sus manos una réplica de si mismo.
-How much?- preguntó con una voz que era un soplo.
-No está en venta- le dije acompañándome de señas.
En ese instante vi como se le desprendía de las manos y se estrellaba en el piso.
Quedamos un instante congelados.
El tipo musitaba disculpas mientras yo reprimía mis ganas de darle una descomunal patada en el culo.
Empecé a sentir que muchos muertos nos rodean.
Mi familia comenzó a preocuparse.
Así transcurrió mas de un año, me volví huraño y taciturno.
Con todo ese material de textos y dibujos, Sebastián García Schnetzer, armado de paciencia oriental, diagramó el libro, buscó la tipografía exacta, imaginó la tapa, los colores, el papel.
La edición española publicada por El Zorro Rojo es insuperable. También hay una buena versión checa y otra inglesa.
Hace poco visitó mi estudio un extraño personaje, era el retrato viviente del vampiro que dibujé, la cara parecía tallada en cera, un extranjero que balbuceaba un castellano precario.
De un viejo portafolio de cuero extrajo el libro Drácula.
Mientras lo autografiaba, él tomó de un estante la figura del vampiro que me sirvió de modelo.
La escudriñaba como a través de una lupa.
Parecía que sostenía en sus manos una réplica de si mismo.
-How much?- preguntó con una voz que era un soplo.
-No está en venta- le dije acompañándome de señas.
En ese instante vi como se le desprendía de las manos y se estrellaba en el piso.
Quedamos un instante congelados.
El tipo musitaba disculpas mientras yo reprimía mis ganas de darle una descomunal patada en el culo.
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