Cuando ilustro un libro muchos dibujos quedan
fuera, sin publicar.
Son versiones del que finalmente elegí y se
editó.
Con
frecuencia repito una idea varias veces, hago cuatro o cinco hasta encontrar
esa que (no se por qué) me satisface.
Probablemente esto se debe a que generalmente
no trabajo en lápiz previamente. Busco que quede el gesto de la pluma, el
carbón o los pasteles, como las huellas de un combate.
Cada dibujo es una batalla librada. Nunca se
sabe quién gana o quién pierde (como en toda batalla). Con el tiempo, semanas,
meses, años, puedo ver mejor esos dibujos que cuando estaban humeantes, recién
hechos.
Lejos de la calentura del momento, puedo
observarlos con la objetividad que solo da el paso del tiempo. Algunos me
sorprenden, son mejores del que elegí para que fuera publicado, otros los miro
y no resisten… los reservo para el fósforo.
Estos dibujos que hoy muestro por primera vez,
los hice para el libro Arthur Gordon Pym, la única y misteriosa novela de Edgar
A. Poe. Son otras versiones de los que ves en el libro.
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