Oscuros
ciudadanos circulan por el mundo
queriendo entender.
Le ponen
palabras a todo y quedan satisfechos con sus explicaciones de bolsillo. Todos
cargamos nuestro librito bajo el brazo. Humedecidos por los efluvios de la
axila, crecen exuberantes teorías, como
exóticas flores en un invernáculo.
Dicen los maestros
Zen: “Usar las palabras es como golpear la luna con un palo o rascarse el
zapato cuando te pica el pié”.
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