“Soy una mano. La mano es un instrumento. Soy, por lo tanto,
un instrumento. Un instrumento para exteriorizar y captar las emociones (no
soy, pues, un instrumento de trabajo). En la palma de mi alma están incisas las
líneas de la vida. de vez en cuando me sitúo delante de un espejo y leo esas líneas.
Hace tiempo que esta actividad perdió para mi el componente narcisista ansioso.
Soy una víctima del tactilismo. Tengo demasiadas
zonas erógenas para un solo cuerpo. Nunca trabajo, y sin embargo, mis dedos se
mueven continuamente, incluso cuando duermo. Se contraen, se abren, se
entrecruzan y en ocasiones cambian de lugar. De cuando en cuando se esfuerzan
por decir algo a los sordomudos que les circundan. Lo más a menudo en vano. Nadie
quiere comprender el lenguaje de los signos, el lenguaje no verbal, que sin
embargo es el único lenguaje capaz de expresar la polisemia de las cosas y los
hechos, pues brota de las fuentes inextinguibles de la imaginación. Para nuestra
civilización es una lengua de incivilizados, de psicópatas e inválidos, ya que
no se puede sacar partido económico de ella.
Soy una mano con seis dedos palmeados. En lugar de uñas
tengo pequeñas lenguas puntiagudas y glotonas con las que lamo el mundo.”
Esto lo dice Jan Svankmajer en un libro que por estos días
leo y recomiendo fervorosamente “Para ver, cierra los ojos”. Y este video que
hoy compartimos es de alguna manera una prueba contundente de lo dicho.