Los caballetes rodeaban a la modelo como un enjambre de monstruosos insectos. Trabajábamos sobre papel escenografía con carbonilla.
“Se movió, así no estaba, ese brazo mas arriba…” eran las excusas para justificar los adefesios que perpetrábamos.
En los recreos ella se cubría con una bata y paseaba entre los tableros mirando las “obras maestras” que inspiraba su cuerpo.
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