La encontró en el bulín y en otros brazos;
Sin embargo, canchero y sin cabrearse,
Le dijo al tiburón: “Puede rajarse;
El choma no es culpable en estos casos”.
Al quedarse bien solo con la mina,
Buscó las alpargatas y, ya listo,
Murmuró, cual si nada hubiera visto:
“Cebame un par de mates, Catalina”.
La grela, jaboneada le hizo caso.
El tipo, saboreándose un buen faso,
La mateó, chamuyando de pavadas…
Y luego, besuqueándole la frente,
Con toda educación, amablemente,
Le fajó treinta y cuatro puñaladas.
Juan Bautista Devoto
2.4.09
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario