Por estos tiempos todos los días me desayuno
con alguna novedad que no deja de asombrarme.
Hoy escuchaba
al ministro de cultura Darío Lopérfido, cuyos decires día a día lo bajan un
escalón mas de la ignorancia media en que lo tenía ubicado, en una conferencia de
prensa se despachó entre otras con esto:
“Los actores han sido para mi víctimas de un
sistema corrupto y perverso. Es una pena que gente de buena fe defienda a los
corruptos. No defiendan eso, corransé de eso, hablen de arte, hablen de obras
de teatro, hablen de cine, hablen de cultura.
Dejen de hablar de política, la política es
algo muy complicado.”
La política es algo muy complicado, no tengo
dudas, y en manos del “partido cacerola” del cuál Lopérfido es un fiel
exponente, puede ser una catástrofe.
Pero para estos tipos, cuya frivolidad es la
marca que los distingue, el arte es eso, un entretenimiento para no pensar,
para ser bohemios y loquitos al pedo.
Como bien dijo Gabriel Celaya: “maldigo la
poesía concebida como un lujo/cultural de los neutrales/que, lavándose las
manos se desentienden y evaden/ Maldigo la poesía de quién no toma partido
hasta mancharse,/ hago mía las faltas. Siento en mí a cuantos sufren…”