“De aquellos tiempos coloniales nace la costumbre, todavía
vigente, de comer tierra. La falta de hierro provoca la anemia; el instinto
empuja a los niños nordestinos a compensar con tierra las sales minerales que
no encuentran en la comida habitual, que se reduce a la harina de mandioca, los
frijoles y, con suerte, el tasajo. Antiguamente, se castigaba este “vicio
africano” de los niños poniéndoles bozales o colgándolos dentro de cestas de
mimbre a larga distancia del suelo.”
Eduardo Galeano “Las venas abiertas de América Latina”
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