El dibujo es un lenguaje. Un lenguaje que se aprende como
cualquier lenguaje.
Puedo aprender una lengua extranjera, italiano por ejemplo,
eso no significa que escribiré la
Comedia.
Dibujo cuando escribo, dibujo cuando hago un planito para
decirte donde está mi casa, dibuja quien
decora una torta, dibuja sobre el tórax del paciente el cirujano antes de tomar
el bisturí, dibujo con una cámara fotográfica, dibuja un mueble el carpintero
antes de que esa idea sea de madera…son distintos modos del dibujo, distintos
objetivos.
En manos de un artista el dibujo es una herramienta
poderosa.
Dibujar es ver, observar, analizar.
Mucha gente dibuja con los ojos cerrados aunque los tenga
abiertos. Etiología del desacierto.
En una entrevista en Página 12 hace poco Marcia Schvartz decía esto: “El otro día le escuché decir a alguien que el dibujo ya
fue. Es increíble, el dibujo es la base, es el alma del artista, es el soplo.
Lo que pasa es que ahora hay toda una estética que pasa por otro lado, que pasa
más por el uso de la tecnología. La sensibilización está ausente, y el mundo
del arte está muy banalizado”.
Coincido plenamente, el mundo del arte está banalizado y una
materia prima como es el dibujar se devalúa en nombre de la tecnología o del
concepto.
También con imágenes
creamos conceptos, es algo que ignoran los abogados de la palabra.
Estoy hablando demasiado, mejor me pongo a dibujar.
1 comentario:
Lo suscribo, pero, ¡claro, qué voy a decir yo!
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