Este domingo, ordenando las montañas de papeles acumulados en
el desván de mi casa, encontré una caja con los originales de Mambo Urbano. Una
serie de dibujos que publiqué a fines de los 80 en la revista Humor.
A pesar del tiempo transcurrido, los dibujos se mantienen. Tienen
eso que los hace vivos. Cuando los hice ya tenía muchas horas de vuelo en mi
mesa de dibujo y eso se siente.
La idea me rondó desde el primer momento que colisioné con
esta ciudad fantástica, desmesurada, caótica, irreal.
Yo era el típico cabecita que con su carpeta de dibujos se
perdía en las calles desconocidas, todo me parecía lejos, no podía creer el
tiempo que gastaba viajando en bondis atiborrados o en el subte.
De alguna manera Mambo
Urbano fue un lugar donde durante un par
de años experimenté con el dibujo y el texto, jugando con esa conjunción de
lenguajes. Probando técnicas, estilos, inventando puestas en página que a veces eran
felices y otras no tanto.
Un día le propuse al
director, Andrés Cascioli hacer un libro con todo ese material que había
publicado y me dio el OK.
Me metí en el tema durante algún tiempo, rehíce páginas, armé
el diagrama, todo a pedal (entonces no había todo lo que hoy nos brindan los programas de diseño). Solo un
dibujante como Andrés podía arriesgar hacer una edición tan buena como la que
hicieron con Mambo.
Fue
muy extraño ver el libro en todos los kioscos de Buenos Aires, todavía hoy,
cuando ya se agotó, alguien aparece en la Feria del libro para que le firme un
ejemplar