Durante mi servicio militar, me extrañaba
la obsesiva pulcritud de los uniformados, en los jardines no podía existir una
hoja seca sobre el césped, los árboles eran pintados en el tronco de blanco,
igual que las piedras que marcaban los senderos,. Cuando salíamos del cuartel,
en la guardia, a veces nos revisaban si estábamos afeitados, no les bastaba
mirar sino que pasaban un papel a contrapelo y si sonaba, sonabas, te prohibían
salir.
Esto seguramente estuvo en mi inconciente
cuando realizaba, algunos años después, este dibujo. Fue a fines del llamado
Proceso, lo publicaron en la revista Feriado Nacional.
Este hoy, este instante, está hecho con el ayer, y tiene parte de
mañana.
Por eso, no está mal recordar, o mejor,
tener memoria.
Aunque haya transcurrido una buena porción
de tiempo, somos muchos los que padecimos aquellos años oscuros. Kafka lo contó
mucho antes de que sucediera, en su novela “El proceso”. Esto que transcribo no
lo escribió Kafka, pero seguramente podría haber estado en su libro, es el
comienzo del acta de expulsión de un grupo de alumnos de la facultad de Artes Plásticas,
como era de esperar, encabezo la lista.
“Visto: el propósito y objetivos básicos
del Proceso de reorganización Nacional, considerando, que resulta prioritario
erradicar la subversión y las causas que favorecen su existencia; que
consecuentemente, debe sancionarse adecuadamente a aquellos alumnos que, por
las actividades que han desarrollado se los considera como elementos
disociadores o factores reales o potenciales de perturbación del proceso en
desarrollo:
Por ello, en uso de sus atribuciones, EL
RECTOR INTERVENTOR DE LA UNIVERSIDAD
NACIONAL DE CUYO RESUELVE: Artículo 1ª- Expulsar de esta
Universidad a los siguientes alumnos…”