O esa otra llamada “el mudo” evoca una sesión de tortura por la que pasaron miles de militantes en alguna dependencia policial.
En todas estas esculturas circula el espíritu de los treinta mil desaparecidos.
Esos que torpemente quisieron olvidar con miserables leyes de “obediencia debida” o “punto final”.
16.6.10
Etiquetas:
escultura,
Juan Carlos Distéfano
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