Cuando yo entraba a su taller, entraba en otro mundo, abigarrado de juguetes antiguos, muñecas destripadas, raros objetos que encontraba en la calle y los colgaba en la pared como un trofeo para algún día usarlos de modelo, podía ser una pierna ortopédica, una jaula aplastada, un sillón desfondado.
9.6.10
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Roberto Páez
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