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15.6.17

CARLOS ALONSO






Era estudiante en Bellas Artes cuando oí hablar por primera vez de Carlos Alonso.
Muchos de mis profesores habían sido sus compañeros de estudio y rebosaban en anécdotas.
Por esos días hizo una expo en su Mendoza natal, mostró la serie del Che. Fue un cros a la mandíbula en el decir de Roberto Arlt.
 Seguramente fue mi primera gran influencia en lo que a dibujar se refiere. Si bien yo dibujaba desde antes de nacer.
Mi admiración por el troesma fue siempre alta. A veces llegaba a odiarlo, como suele suceder con quienes admiramos en exceso.
Ya instalado en baires fuimos armando una amistad.
Entre mis mejores recuerdos con el troesma guardo una tarde invernal en que me invitó a dibujar en su taller de la calle Esmeralda y Paraguay.
Fue hace muchos años, yo era un joven imberbe que recién pasaba los treinta y me sentía un jeronte, mi reloj biológico adelanta.
Esa tarde acompañados de una botella de ginebra a la que consultábamos asiduamente, nos dibujamos durante varias horas hasta que llegó la noche.
 El maestro no me mostró lo realizado, nunca supe la razón, eligió uno de los míos que le gustó y después me invitó a comer en una fonda de la calle Córdoba.

Hoy rescato estos dibujos que, no podría decir si son buenos o malos, son antes que nada un recuerdo y por eso los guardo.

1.6.17