Algunas tardes recalaba en una librería como quien encuentra un refugio en medio de la tormenta. Pasaba horas husmeando libros que anotaba en una lista imaginaria de futuras adquisiciones, o imaginaba que todo el mundo quedaba misteriosamente paralizado como estatuas de sal y yo cargaba un carro con todo lo que apetecía y me iba raudamente con el botín.
4.7.10


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