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13.6.15

FONTANARROSA



Conocí al negro Fontanarrosa en Córdoba.
 En aquellos días, comienzos de los setenta, dibujábamos en la revista Hortensia.
Cuando yo viajaba esporádicamente a la docta a llevar mis dibujos, me hospedaba en lo de Crist, fue él quien me presentó a su amigo rosarino.
Fon era un tipo parco, contrastaba notablemente con su amigo que era un showman innato.
 Compartíamos vinos y guitarras en la peña del Cascote (la única peña que se barría pa dentro afirmaba su dueño, porque tenía un agujero en el piso), también largas charlas sobre historieta, literatura, dibujo.
Lo recuerdo siempre en un Citroen, el bólido de acero y lona, le decía Crist. Muchos años después nos encontramos en Rosario, íbamos en el Citroen, le pregunté si era el mismo que había conocido años atrás, si, me dijo, aunque le fui cambiando tantas piezas que ahora debe ser otro.
Siempre admiré su capacidad de laburo, su método riguroso, su disciplina, su mirada incisiva sobre cualquier hecho.
Todavía festejo sus creaciones, el Inodoro Pereyra, el Boogie, o tantos cuentos que escribió.
Pienso que somos algo así como constelaciones, que a pesar de ya no estar en este mundo, quedan las huellas que supimos dejar, asteroides y satélites que muy lentamente se irán extinguiendo.
Cuando nos conocimos  no existían Internet, ni los mails, razón por la cuál pude guardar esta carta que hoy mientras ordenaba una parte  de la biblioteca apareció y abrió la puerta de ese lugar llamado memoria.




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