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16.7.13

ELOGIO DEL AUTOR ANÓNIMO


Se llama o llamó Boris Gurruchaga, mas conocido como el cabezón Gurruchaga, cuando lo conocí debía  merodear los setenta y pico, portaba una cara de amargo como si estuviera recordando el sabor del limón.
Fue en un bar de Primera Junta, ahí  me lo presentaron, era su “ofice” donde recalaba  todas las tardes después de gastar el día tras un escritorio en el correo.
Allí se reunía con  un grupo de seis o siete contertulios  de oficios  diversos.
 Invariablemente tomaba un café con leche y dos medialunas de grasa, era su cena, repetía  mientras mojaba la medialuna en el líquido.
Me parecía increíble estar frente al autor mas conocido de habla hispana.
Nunca escribió sus ideas ni cobró derechos de autor.
Cuando recuerdo su desmesurada producción no puedo dejar de evocar a Lope de Vega. Confiaba en la memoria de su pequeño auditorio. Hablaba en voz baja, deslizaba sus narraciones que sin forzarlo atrapaban la atención de los presentes.
 Seguramente alguna vez colisionaste con uno de sus relatos. En alguna sobremesa siempre hay alguien que sin saberlo despliega una colección de sus cuentos escogidos.
Obviamente, es muy importante quién cuenta sus historias, esto es casi como las traducciones en literatura. No es lo mismo alguien que ya antes de empezar aclara que él no tiene gracia para contar, sería mejor que se callara, pero el tipo insiste y no solo cuenta un cuento, generalmente son varios y tiene la mala costumbre de explicar sus finales, adulterando en gran parte el cuento original.
El cabezón Gurruchaga es  el inventor de casi todas las historias de borrachos que circulan en velorios o reuniones sociales. El cabezón  compuso los mejores chistes verdes, donde se aglutinan varios subgéneros, como el de cornudos, dimensiones desmesuradas del miembro viril, vírgenes experimentadas, recién casados etc..
 Otra categoría son los zoomorfos o semifábulas donde el primer puesto lo lleva el loro, pero también tiene con burros, conejos, elefantes.
 Jaimito es una de sus creaciones  que marcaron  época, inspiradas en las travesuras  de su   sobrino Jaime Gurruchaga, hoy filósofo, cuyos seminarios sobre Gilles Deleuze son paradigmáticos  en el mundo académico.
El cabezón Gurruchaga  se pasó  la vida pergeñando estas historias que generosamente difundía entre amigos que luego se encargaban de transmitirlas oralmente.
Cuantas tertulias amenizó desde el total anonimato, a través de la memoria de ocasionales contadores de cuentos.
 Mientras el mundo festejaba  sus ocurrencias (varias fueron traducidas a otros idiomas) Gurruchaga, desde las sombras asistía divertido  al reconocimiento a otros cuentistas como Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo, Bioy Casares, Julio Cortázar, Antonio Di Benedetto, Isidoro Blaisten, Daniel Moyano...
Es que es así, los grandes artistas, los verdaderos, esos que todos disfrutamos, generalmente son gente secreta que nadie conoce, ignorados por los templos del saber, circulan en la vida cotidiana, mezclados con las facturas de gas, el carrito del supermercado, la vecina que riega sus malvones, los canelones a la Rossini, el vermouth antes del almuerzo.


1 comentario:

Zenia dijo...

me gusta muchísimo ese dibujo. Tiene nombre? Gracias, le seguiré desde Uruguay