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6.5.09

Dos meses después un pequeño Fiat 600 (casi una reliquia) se detuvo frente a mi taller, de el descendieron los tres patovicas, venían comprimidos, eran muy serios lo que los hacía más graciosos.
Cuando les mostré la reina miraron consternados.
-Maestro, ¿esto es todo lo que hizo?- balbuceó uno mirando los rincones del taller.
-¿Te parece poco?
-Pero son treintaidos piezas, y el torneo está previsto para el mes que viene…
Cuando los ví introducirse en el Fiat 600 intuí que nunca más los vería, pasaron casi tres años. Me debo un viaje al Tibet .

1 comentario:

Paula Adamo dijo...

no puedo parar de reir, no puedo dejar de imaginar los tres patovicas comprimidos en el fiat 600... No puedo no dejar un comentario.
saludos